La gran acogida del debut en solitario de Matthew E. White hace tres años no fue casual. El polifacético músico de Richmond, Virginia, es un artista especialmente meticuloso, a quien le gusta tener el control absoluto de cada uno de los aspectos que conforman sus discos.
En una época en que las compañías se las ven y se las desean para sacar beneficios de discos nuevos, White creó Spacebomb Records, una discográfica tradicional para elaborar a sus anchas sus propios trabajos y el de algunas grandes promesas, como Natalie Prass recientemente.
Ahora nos presenta “Fresh Blood” (Domino / Spacebomb, 2015), un nuevo álbum en el que amplía el espectro de “Big Inner” (Domino / Spacebomb, 2012), sonando más profundo, pesado y concienzudamente mejor que en su anterior disco.



































